
El país entero quedó estupefacto tras conocerse que durante los recientes allanamientos contra la temida banda “Los Myrie”, las autoridades no solo hallaron drogas y fusiles de asalto, sino también un obús de mortero, un arma de guerra diseñada para ataques a larga distancia. Este hallazgo sin precedentes desató una oleada de preocupación entre los costarricenses, ya golpeados por una escalada de violencia que ya suma unos 220 asesinatos en lo que va del año.
La acción, dirigida por el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), se desplegó simultáneamente en 17 puntos estratégicos distribuidos entre San José, Heredia, Alajuela, Alajuelita, Hatillo y Pococí. En estos sectores operaba esta estructura criminal con un poder logístico alarmante. No se trataba de simples narcos, sino de una verdadera organización militarizada que hacía vigilancia en puntos de venta y se enfrentaba sin reparo a otras bandas con armas de grueso calibre.
Según confirmó el director del OIJ, Rándall Zúñiga, la operación no solo responde a una causa por narcotráfico y legitimación de capitales, sino también a una investigación paralela por múltiples homicidios brutales que generaron verdadero pánico en barrios capitalinos. El decomiso de un artefacto bélico como el mortero evidencia un escalofriante avance del crimen organizado, que ya no solo disputa territorios, sino que se arma como si estuviera librando una guerra civil encubierta.
El Ministerio Público detalló que “Los Myrie” no solo controlaban puntos de venta de drogas como crack, cocaína, marihuana y drogas sintéticas, sino que también reclutaban individuos para funciones específicas dentro de su estructura criminal: cobradores, vigilantes, almacenadores de droga y sicarios. A pesar de que sus cabecillas, Wiston y David Myrie, están tras las rejas por tráfico de armas, las autoridades sospechan que continúan dirigiendo la organización desde prisión, girando órdenes que mantienen encendida la maquinaria del narcotráfico.
La indignación social no tardó en llegar. Líderes políticos, medios de comunicación y organizaciones ciudadanas coinciden en que la inseguridad se ha convertido en el problema más urgente del país. El nivel de sofisticación alcanzado por bandas como “Los Myrie” ha transformado a Costa Rica en un campo de batalla silencioso, donde la población civil es la más afectada. El miedo se respira en cada barrio donde estas bandas operan, y la pregunta que muchos se hacen es: ¿hasta dónde llegarán estos grupos si no se les detiene ahora?