Rafael Inoa Santana e Isidoro Rotestan Clase, junto con otras ocho personas, fueron arrestados en un operativo que puso fin a una red de narcotráfico que operaba desde 2019 en Colombia y el Caribe.
La operación, denominada Búfalo NK y ejecutada el 18 de septiembre, marcó un golpe certero contra una de las mayores redes de tráfico de cocaína, gracias a la colaboración entre las autoridades de República Dominicana y Estados Unidos.
En total, diez personas fueron capturadas, incluidos los cabecillas Rafael Inoa Santana, alias «el Cojo,» e Isidoro Rotestan Clase, alias «El Men.» Esta red, activa desde 2019, enviaba cocaína desde La Guajira, Colombia, hacia República Dominicana utilizando lanchas rápidas, desde donde la droga se distribuía hacia Estados Unidos y Europa.
El líder colombiano Juan Carlos López Macias, alias «el Sobrino,» aliado clave de esta organización, tenía conexiones con la guerrilla del ELN y con carteles mexicanos. Capturado por la Policía de Colombia en junio de 2022, ha sido mencionado en múltiples ocasiones por la Fiscalía de República Dominicana en las investigaciones de la red delictiva.
Durante la operación, que involucró a 400 agentes dominicanos y el apoyo de la DEA y el Comando Sur de Estados Unidos, se incautaron dos toneladas de cocaína. Se descubrieron además otros envíos de gran escala hacia Puerto Rico, Estados Unidos y Europa, utilizando no solo lanchas rápidas sino también correos humanos en vuelos comerciales a Miami y Madrid.
La operación ha logrado impactar temporalmente las rutas del tráfico de cocaína hacia Centroamérica y otros destinos internacionales, debilitando significativamente la estructura de la organización criminal. Se espera que los capturados enfrenten duras condenas mientras las autoridades dominicanas se preparan para continuar las audiencias judiciales este viernes.
Además, las investigaciones revelaron el complejo sistema de códigos que utilizaba esta organización para evadir a las autoridades. Términos como «refresco» y «agua» se utilizaban para referirse al combustible, mientras que «loro» o «periquito» eran sinónimos de teléfonos satelitales. Los envíos de droga se conocían como «carrera,» «despacho» o «suelta,» y la autorización para iniciar un trayecto era llamada «luz verde.»
Los narcotraficantes también crearon un lenguaje propio para alertar sobre la presencia de las fuerzas de seguridad, utilizando expresiones como «pirañas,» «tiburones» o «infectado.» Si una embarcación sufría un percance, decían que «se voltearon,» y empleaban sobrenombres para referirse a diferentes regiones y ciudades.
Las conversaciones intervenidas por el Ministerio Público revelaron una red organizada y sofisticada, que lograba mover toneladas de drogas desde República Dominicana hacia Puerto Rico y otros destinos clave como Medellín, Cartagena y Barranquilla, sin despertar sospechas. El uso de términos como «mercancía,» «cajas» y «comida» para las drogas y «traperos» y «bichas» para las armas dejaba en claro el alcance de la red y su habilidad para burlar a las autoridades.
Gracias a estas interceptaciones, las autoridades pudieron desmantelar uno de los grupos delictivos más complejos del Caribe, logrando un golpe sin precedentes al narcotráfico internacional.