En una arremetida sin precedentes contra el crimen organizado, las autoridades costarricenses lograron desmantelar una red de narcotráfico de altos vuelos y capturaron a uno de los 50 narcotraficantes más buscados por la DEA. Alexi Meléndez León, alias “Comando” o “Volvo”, un colombiano naturalizado costarricense, cayó en una lujosa mansión en las afueras de San José, donde se escondía mientras lideraba una poderosa red criminal conocida como “Los 7 Tiburones del Pacífico”.
Esta red, cuya influencia y poderío económico no dejaba de expandirse, operaba con apoyo de personajes influyentes: desde altos mandos bancarios hasta líderes religiosos. Durante los múltiples allanamientos, las autoridades incautaron 34 vehículos valorados en casi un millón de dólares, además de intervenir 16 propiedades y 12 sociedades anónimas. Los arrestados incluían dos gerentes bancarios y un pastor religioso, acusados de lavar el dinero sucio de la organización.
El imperio de Meléndez no era local: operaba con conexiones internacionales que ya habían hecho eco en puertos de España y en la Terminal de Contenedores de Moín, donde en repetidas ocasiones se confiscaban cargamentos de droga. Incluso, en uno de los operativos, se incautaron más de 200 kilos de cocaína y dinero en efectivo en diferentes divisas, sumando una cifra millonaria. Uno de sus socios principales, un empresario piñero, se encargaba de “contaminar” sus productos con cocaína para enviarlos directamente al extranjero.
Mientras Costa Rica se enfrenta a un incremento en las tasas de homicidios, el arresto de Meléndez y la destrucción de su red envían un fuerte mensaje a los capos que ven al país como un punto estratégico para la distribución de cocaína a Norteamérica y Europa. En paralelo, la colaboración entre autoridades colombianas y estadounidenses sigue avanzando con el reciente arresto de Ángel Josué Velázquez Bravo, alias el “Pagador del Cartel de Sinaloa”, en el aeropuerto internacional de Rionegro, Antioquia. Este hombre, que habría inyectado más de once millones de dólares en narcotráfico en ciudades colombianas, es un eslabón clave en la red criminal mexicana.
Con el narcotráfico permeando todas las esferas de la sociedad, desde el Caribe colombiano hasta las zonas rurales de Costa Rica, y alcanzando altos niveles de violencia y corrupción, el desafío de erradicar estas redes parece monumental. Costa Rica, tradicionalmente una nación pacífica, observa un aumento sin precedentes en la violencia derivada del narco y busca con urgencia estrategias que limiten el impacto mortal de estos capos y sus secuaces en su territorio.
Q1: ¿Por qué el incremento del narcotráfico en Costa Rica ha llevado a un aumento significativo en los homicidios?
R: La expansión de las redes de narcotráfico en Costa Rica ha traído consigo una competencia brutal entre grupos por el control del territorio y las rutas de tráfico hacia Europa y Norteamérica. Este aumento de la actividad delictiva genera disputas violentas que elevan las tasas de homicidios y crean un ambiente de inseguridad en un país que antes no enfrentaba estos niveles de violencia.
Q2: ¿Qué papel juega la cooperación entre agencias internacionales en las capturas de narcotraficantes como Meléndez y Velázquez?
R: La colaboración entre las agencias, como la DEA en Estados Unidos y la Policía Nacional de Colombia, ha sido fundamental. Este trabajo en equipo permite realizar operativos simultáneos y compartir inteligencia, lo que incrementa la presión sobre las redes criminales, corta sus rutas de financiamiento y expone a sus cabecillas a una persecución internacional implacable.
Q3: ¿Cómo afecta el involucramiento de figuras religiosas y bancarias en las operaciones de lavado de dinero a la sociedad y a la economía costarricense?
R: La participación de figuras respetadas como gerentes bancarios y líderes religiosos en el lavado de dinero para el narcotráfico debilita la confianza en las instituciones, afecta la economía formal y promueve un sistema paralelo de dinero ilícito. Este tipo de corrupción erosiona la credibilidad social y crea un contexto donde la influencia del crimen organizado puede permear incluso en sectores que tradicionalmente se consideraban ajenos a estos delitos.