
La caída de uno de los criminales más buscados de Panamá no ocurrió en medio de una persecución ni de un tiroteo. Fue en una barbería, frente al espejo, cuando alias «Comanche», poderoso narcotraficante panameño, bajó la guardia… y la justicia lo cazó sin que pudiera mover un dedo.
Los hechos ocurrieron en Medellín, Colombia, donde el capo se escondía bajo una falsa identidad, mezclándose entre la rutina del barrio como un ciudadano más. Pero la fachada no resistió. Un pequeño detalle —aparentemente insignificante— alertó a los investigadores y puso en marcha la operación que terminó con su detención. Las autoridades aún no revelan qué fue exactamente lo que lo delató, pero aseguran que fue una “imprudencia mínima, pero fatal”.
“Comanche” no era cualquier fugitivo. Se le acusa de liderar una de las redes de narcotráfico más activas de Panamá, con conexiones internacionales y operaciones logísticas que cruzaban varias fronteras. Su nombre figuraba entre los más buscados, y su rostro, aunque modificado por la discreción y el tiempo, ya había sido estudiado por las unidades de inteligencia que le seguían los pasos desde hace meses.
Su detención representa un golpe certero contra las mafias del narcotráfico en la región. Las autoridades colombianas han confirmado que trabajaron en conjunto con las fuerzas panameñas e Interpol para ejecutar el arresto sin levantar sospechas. En cuestión de minutos, el lugar quedó rodeado, y “Comanche” fue reducido sin oportunidad de escapar.
Ahora enfrenta un proceso de extradición que lo llevaría de vuelta a Panamá, donde será juzgado por delitos graves relacionados con el tráfico de drogas, lavado de activos y crimen organizado. Su captura pone en evidencia cómo los capos ya no solo caen en la selva o en altamar… también pueden ser atrapados mientras se afeitan la barba.