En un lujoso hotel enclavado en un cayo cerca de la paradisíaca isla de Roatán, grandes felinos languidecen en jaulas. Estos majestuosos animales alguna vez pertenecieron a Los Cachiros, la infame banda de narcotraficantes de Honduras, que utilizaba a estos depredadores como símbolo de su poderío.
La escena es un macabro espectáculo cotidiano en Roatán, una isla que, por años, ha sido visitada por turistas americanos y hondureños. Estos turistas, sin saberlo, contribuyen a una red de tráfico ilegal al tomarse fotos con animales exóticos que no pertenecen a este lugar. Estos animales, traídos ilegalmente desde las selvas de La Mosquitia en el noreste de Honduras, llegan en los mismos barcos que transportan la otra mercancía prohibida: cocaína.
Esta historia de tráfico de animales se mezcla con otras narrativas de crimen organizado en Roatán y sus islas hermanas, Guanaja y Utila. Estas islas, parte del archipiélago de Islas de la Bahía, no solo son conocidas por el tráfico de fauna, sino también por la trata de personas, la destrucción desenfrenada del arrecife de coral, y las operaciones de las poderosas bandas narcotraficantes que dominaron Honduras en la última década.
A principios de mayo, el Instituto de Conservación Forestal (ICF) llevó a cabo un operativo en Roatán, buscando animales no nativos que terminan en zoológicos ilegales o en las casas de residentes locales, solo para ser mostrados a turistas ansiosos de una «selfie» con un mono cara blanca, una guacamaya, un oso perezoso, o incluso un jaguar.
“El año pasado empezamos a notar un aumento en el tráfico de vida silvestre en restaurantes; llevaban a los animales para que los turistas se tomaran fotos. Es un negocio redondo con animales sacados ilegalmente de La Mosquitia y traídos en barcos, lanchas o incluso por aire”, reveló una investigadora que participó en el operativo y que pidió el anonimato para no comprometer las investigaciones. En esas redadas, el ICF y la policía hondureña confiscaron perezosos, guacamayas, monos y tortugas.
La Mosquitia es el nexo común entre los turistas sonrientes que capturan recuerdos en sus celulares y el oscuro submundo criminal de Honduras. Esta remota jungla, situada a cientos de kilómetros de Roatán, es un hervidero de tráfico de maderas preciosas, aeródromos clandestinos para la cocaína procedente de Colombia, Venezuela y Ecuador, y el contrabando de fauna protegida. ¡Una red criminal que transforma el paraíso en un infierno de corrupción y explotación!